La despedida es el umbral del cielo y la esencia del infierno

dissabte, 17 de novembre del 2012

Alborada de invierno

Alborada de invierno



Frío. Muchas veces me han dicho que soy frío en sentimientos y en expresiones; pero nunca me había dado cuenta yo. Siento como me arropa ese desgarrado miedo que congela las entrañas, que poco a poco va adentrándose en mis venas y aquello a lo que todos llaman sangre en mi se vuelve arena y polvo. Si me pinchan no sangro, si me disparo me desareno en el desierto que mi cabeza va creando para así irme como Miguel Hernández en El rayo que no cesa; “desierto y sin arena” despidiéndome de todo lo vivido, despellejando los retales de noches en vela con palabras dormidas que reconcomen seriamente mi personalidad, que trastornan el paseo de los tristes cuando mi alma lo recorre con la pena de una luna ruborizada por las estrellas y por el rojizo matiz del otoño al despertar. Mientras una parte de nosotros oscurece lentamente, la otra parte va amaneciendo bajo el tono bermellón con la que la luz intenta recorrer toda la opacidad que se crea en el horizonte.
No hace falta perderse en un océano superfluo por el hielo que fluye por la superficie ni observar siempre la fría y solitaria cara oculta de la luna; simplemente basta con aceptar que ya te has perdido por ese océano encontrado en el oasis del desierto de tu cabeza, que observas a la luna en la penumbra para darte cuenta que el amanecer puede llegar en cualquier momento, solo es cuestión de tiempo, solo es cuestión de esperar.”

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