Desiertos de alquitrán
Es imposible no reflejar tales sentimientos.
Imposible no inmortalizar esta situación,
todo se derrumba, se deshace, se pierde
todo se comprende entre cuatro paredes.
Y en nuestra ausencia, todo parece florecer.
Los ríos vuelven a su cauce, los cielos se purgan,
las estrellas presumen ante la ciudad atónita
y las heridas cicatrizan con cierta premura.
Ciertas mañanas la niebla domina el cuadro.
Noches de tormenta dejan su paso
a días que avanzan con cierta celeridad,
todo parece ensimismado en nuestra falta.
Y al fin, después de unos días de desconcierto,
me dispongo a interrumpir tanta belleza.
La verisimilitud de que somos parásitos codiciosos,
no hace más que hacernos reflexionar.
No obstante, regreso a mi madriguera.
Atemorizado, no vaya a ser que mi ser,
o el demonio con corona,
contamine tal tranquilidad.
Mi tranquilidad, su tranquilidad,
la tranquilidad de unas dunas desiertas
formadas de nada y de alquitrán.
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