Sin los amarres para retenerlos
La mar sigue revuelta,
el astillero sigue repleto de vocablos por conectar
y yo sin los amarres para retenerlos.
Libres, surcan por las feroces olas del saber,
que aunque se emparejen con conjunciones,
siguen vagando sin enlazar la oración.
Y esas acciones tristes por la tempestad,
van soltando lastre sin la necesidad de pensar,
puesto que se juegan mucho más que un sustantivo.
Son, están y parecen inquietas ante el cielo negro,
se atribuyen la responsabilidad de ser complejas
y tiemblan atemorizadas de dormirse en los laureles.
De ellas depende que el trayecto sea eterno o fugaz,
que el sueño inducido por los mecanismos tumultuosos
provoquen un último suspiro en la orilla del mar.
Pero nada, que paradoja más extravagante se presenta.
Algo totalmente insustancial, vacío y repleto de significado,
o simplemente esa acción de salvación y libertad.
Pero ahí siguen, luchando contra viento y marea,
tratando de sobrevivir al paso del tiempo,
¡Ay relativo tiempo que nunca podrán recuperar!
Siguen ahí, esperando la respuesta,
esperando a que pase el temporal,
deshaciendo estaciones y elaborando vendaval,
Espera desesperada que desespera esperanza,
vocablos inconexos que conectan en vocablos…
… y yo sin los amarres para detenerlos.
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